En aquella abierta redacción del semanario cultural fundado en 1984 por Joaquín García Cruz fue donde, un día de más jaleo que de costumbre, se puso a echar una mano sentándose en el ordenador. Y así empezó todo, a la mañana siguiente se incorporó a la fotocomposición Interlid practicando el oficio y aprendiéndolo al mismo tiempo. Posteriormente trabaja en Compomur, donde perfecciona su conocimiento tipográfico de la mano de Raúl y Jorge García Antolinos, gracias a las enseñanzas de José Luis Giménez del Pueblo.

Su trayectoria se vincula en esta época a su amiga, la también diseñadora Ángeles Portillo, con quien trabajará ampliamente en años posteriores, ya en Madrid. En este primer encuentro, pasa de lo digital a lo analógico, recortando y pegando en los paneles y el catálogo de la primera exposición de Vicente Martínez Gadea, en el Colegio de Arquitectos de Murcia, en 1985.

En 1988, Teresa se trasladó a Madrid donde aprovechó la oportunidad de la llegada a España de revistas internacionales de moda, belleza y tendencias como “Marie Claire”, “GQ” y “Dunia”, en la que fue jefa de maquetación durante cuatro años. Armada de hojas de Letraset, retales, tijeras, fotolitos y enceradoras. En esta época, trabajó para algunas de las mejores editoriales europeas de entonces: G+J, Condé Nast, Sarpe, Alfaguara, Santillana y Grupo 16. También para La Casa de América y el estudio de Roberto Turégano, donde relevó a otra tercera colega vinculada con Murcia, Pilar del Sol.

Fueron tiempos en que las tres diseñadoras usaron sus vacaciones para viajar a Murcia y ocuparse del diseño y la maquetación de la revista de la Semana de Cine, un informativo que se confeccionaba e imprimía durante la noche con la complicidad de las empresas Formato y Novograf, lo que permitía servir a los cinéfilos la actualidad del festival junto a las películas del día.