Severo Almansa Pascual del Riquelme
Murcia, 2 de abril de 1948
Diseñador, pintor, dibujante y fotógrafo
Arranca Severo la conversación diciendo que “la suerte no existe, es una falacia”, para él se trata de una expresión desagradecida, impropia de alguien que ha vivido lo suficiente como para saber que circunstancias como el contexto y el momento son tan determinantes, o más, como el talento…
Se considera un tipo con suerte, al que le tocó vivir en una época y un lugar donde había que diseñarlo todo.
Su acercamiento al campo del diseño, como la mayoría de profesionales de su generación, se produce desde otras disciplinas, como la Fotografía, la Arquitectura, o el Dibujo. Creadores (en un sentido amplio) que tenían en común una curiosidad innata, un fuerte sentido de la estética, destreza artística y, sobre todo, un dominio de la concepción espacial que, en su caso, se convirtió en su mejor baza y en una de las características de su trabajo.
Por supuesto, había también un interés económico, porque “el diseño, en aquella época, se valoraba y se pagaba muy bien, mucho mejor que ahora”.
Los orígenes artísticos de Severo son como pintor, una pintura dominada por el trazo y el dibujo, y casi siempre plasmada en papel. Una pulsión que aún cultiva con esmero, y que ha llegado a convertir, de hecho, en su sustento, toda vez que los encargos de diseño dejaron de llegar, obligándole a cerrar su estudio.
Pepe Cruz Novillo, América Sánchez o Yves Zimmermann, son algunos de sus referentes en España, aunque el diseñador que más le ha marcado es, sin duda, el arquitecto y diseñador alemán Dieter Rams.
El que fuera Director Creativo de la firma BRAUN, fue al diseño, lo que Mies Van der Rohe -otro alemán-, fue a la arquitectura, haciendo del “menos es más” una filosofía revolucionaria que acabaría marcando, no sólo el futuro del diseño industrial, sino del diseño en general, hasta el punto de convertirse en el gran referente de otro diseñador, Jonathan Ive, que al frente de Apple, cambió para siempre nuestra relación con el diseño y la tecnología.
Su relación con América Sánchez, fotógrafo, dibujante, y uno de los diseñadores más prestigiosos e influyentes de nuestro país, surge a raíz del trabajo desarrollado por Severo para el pabellón de la Región de Murcia de la Exposición Universal de Sevilla (1992), cuyo arquitecto fue Vicente Martínez Gadea, amigo y socio durante aquellos primeros años de prolífica actividad.
“Un día, cuando llegué al pabellón, las azafatas me dijeron que había venido un señor rarísimo, preguntando por el autor de una colección de libros que se exponían allí. Eran unos libritos sobre el Islam en Murcia y sobre las estructuras de Pérez Piñero que yo había diseñado”. Meses después, Severo recibió una carta del BCD (Barcelona Centro de Diseño), comunicándole que estaba nominado para el Premio Nacional de Diseño. “Había sido el propio América Sánchez quién me había nominado”.
No ganó (de hecho, aquel año, el Premio Nacional de Diseño, recayó en América Sánchez), pero Severo volvió a ser nominado en varias ocasiones más, hasta pasar a ser nominado de manera permanente. Aquella anécdota generó un vínculo de amistad y admiración entre ellos que aún perdura.
Vayamos al origen, los primeros encargos de diseño surgen en 1980, a raíz de una exposición que Severo organiza junto a Vicente Martínez Gadea y Antonio Ballester, en la que se mostraban algunos de sus trabajos. “Aquellas obras que se expusieron eran casi divertimentos, experimentos gráficos y visuales en los que, casi sin saberlo, estábamos diseñando”.
Por aquel entonces, Severo no se reconocía como diseñador, y seguía considerándose un pintor-dibujante-ilustrador. “El diseño, entonces, era un término peyorativo, que nosotros rechazábamos, porque lo veíamos una disciplina menor en comparación con las Bellas Artes, que es de donde nosotros veníamos”.
Aquella exposición, a la que llamaron “El Dibujador”, se celebró en los pabellones que el Ayuntamiento tenía en la plaza Santa Isabel, y para la inauguración, realizaron un cartel que tenía como protagonista un lápiz de estilo veneciano, sobre un fondo azul cobalto. La exposición fue un éxito, pero el cartel lo fue aún mas.
Fanáticos de los libros (que Severo y Vicente compraban en la librería Yerba), entre sus favoritos estaba el “European Ilustration”, un anuario que publicaba los mejores trabajos de ilustración del viejo continente. Severo propuso a Vicente mandar el cartel de “El Dibujador”, y a las dos semanas recibieron una llamada desde Londres para comunicarles que había sido seleccionado. “Se expuso junto a las ilustraciones de Gerald Scarfe (diseñador de “The Wall” para Pink Floyd), y algunos trabajos de los mejores diseñadores del momento”.
A la vuelta de aquella exposición en Londres, los encargos empezaron a llegar: Pamesa, Ministerio de Cultura, Dirección General del Cine (con Pilar Miró al frente), Festival de Granada, Festival de Teatro de Mérida y Almagro… proyectos en los que tenían plena libertad creativa y que, además, lograban mucha notoriedad, en unos años 80,s donde la cultura era un elemento de transformación y cohesión social, fundamental en el despertar de un país sediento de creatividad.
La Expo de Sevilla le proporcionó numerosos encargos, pero también significó el fin de la sociedad con Vicente Martínez Gadea. “La carga de trabajo que conllevaba para Vicente acometer el pabellón de Murcia no le permitía desarrollar mas proyectos”.
Severo se queda solo en el estudio, una soledad que se vio interrumpida cuando, en el año 2000, conoció a la diseñadora Rosa de la Obra Sendra, con la que se asoció en el Estudio Almansa, trabajando y compartiendo vida hasta su cierre en 2011.
Enamorado del cartelismo, le apena que hoy en día no se hagan carteles, como le apena, también, el ritmo vertiginoso con el que se producen los diseños, utilizando tecnologías cada vez más avanzadas en detrimento de un proceso creativo que, antaño, obligaba al diseñador a reflexionar y experimentar, exigiendo una pausa, una pulcritud, y una destreza, casi artesanal, que hoy es casi impensable en una época dominada por la inmediatez y el cortoplacismo.
Le cuento a Severo que hace años, cuando yo empezaba en el mundo del diseño, y trabajaba en el estudio TROPA junto a José Luis Montero, coincidí con él muchas veces en Novograf. Era una época en la que los diseñadores vivíamos en las imprentas (recuerdo, de hecho, echar alguna cabezadita nocturna junto a una Heidelberg revisando tiradas, acunado por el ruido de una lejana máquina de aspas, y por el olor a tinta, que era para nosotros, como el olor a pan recién hecho).
Le pregunto a Severo por su mayor fortaleza como diseñador, y responde, sin dudar, “la exigencia”. Replico que la exigencia puede llegar a convertirse, también, en una tiranía, y reconoce, sin pudor, que ha ejercido la tiranía de la exigencia de manera desmedida, “con clientes, con colaboradores, y por supuesto, conmigo mismo”.
Los “monstruos” de Severo eran, prácticamente, artes finales, que variaban muy poco del resultado final. Cuando Severo se marchaba, yo pedía verlos, para analizarlos y estudiarlo. Ansiaba poseerlos, robarlos, como si fueran incunables de un enorme valor artístico.
Severo no tiene dudas de que el Diseño es una disciplina artística de pleno derecho, como la Escultura, como la Danza… una disciplina que tiene, además, muchos condicionantes, algo que lo asemeja a la Arquitectura, que siempre ha despertado en Severo un gran interés, y que le ha llevado a trabajar en proyectos de Interiorismo y diseño de estands.
Hace una pausa, y me explica que el llega al mundo del arte y, posteriormente al diseño, abandonando otro mundo muy distinto: la Biología. “Esto lo sabe muy poca gente”, me dice.
Con 12 años, interesado por el mundo científico, Severo visitaba con asiduidad la facultad de Biología de la Universidad de Murcia, “allí, en el laboratorio, instruido por un sacerdote llamado José Andreu, yo veía como se diseccionaban los insectos, y me quedaba fascinado”. Aquellas visitas generaron en él una afición por el mundo de los insectos “le llenaba la bañera a mi madre con culebras y tenía jaulas donde guardaba orugas procesionarias”.
Estudiando el PREU (antiguo Curso Preuniversitario) en los Maristas, y animado por uno de sus profesores, Severo se presentó a un concurso de trabajos científicos escolares con un proyecto basado en la Thaumetopoea pityocampa (nombre científico de la procesionaria del pino), que incluía numerosos dibujos de campo.
El trabajo fue premiado en Japón y le concedieron la beca Humboldt (prestigiosa beca de investigación científica que incluye una estancia en Alemania) para estudiar fitopatología en Bonn. Severo renuncia a la beca, pero el Ministerio de Cultura le ofreció, a cambio, estudiar Ingeniería Agrónoma en Córdoba.
Su periplo universitario duró muy poco, “la carrera era excesivamente técnica, muy alejada de lo que esperaba. Yo solo quería estar en el campo, estudiando y dibujando insectos y plantas”.
Le pregunto si le hubiera gustado ser biólogo, y me responde “absolutamente, pero… ¿en vez de pintor?. Seguramente no”.
Quizá, de aquellos años, provenga el interés de Severo por dibujar flores y plantas, por diseñar jardines, y acabar siendo una eminencia en el campo de los magnolios.
Reconoce que tiene un estilo, y que sus trabajos tienen un cierto sello personal que se podría catalogar de sobrio, pero que es en el mundo editorial, sobre todo en los catálogos de exposiciones, donde ese sello suyo es más reconocible.
Sus catálogos para las exposiciones de “Huellas” y “Alfonso X El Sabio”, las publicaciones de los Premios de Arquitectura, o las del Museo Ramón Gaya, forman parte de la historia del diseño editorial de nuestra Región.
Revisitando todos estos proyectos, le vienen a la memoria otros trabajos que forman parte de su trayectoria vital y profesional, como la imagen corporativa de la Cámara de Comercio, o un pequeño libro “Homenaje a Borges” que incluía una ilustración suya, y que era un homenaje al diseñador Gonzalo Armero, director de “Poesía. Revista ilustrada de Información Poética”, que Severo coleccionaba.
Le pregunto cuánto de importante fue para él como diseñador, y para el despegue del diseño gráfico en la Región de Murcia, la labor cultural de CajaMurcia. “El papel de la obra social de CajaMurcia, como el de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, ha sido fundamental en nuestra Región, también en lo que respecta al diseño gráfico. De hecho, sin ellos, tu no estarías hablando conmigo”.
El ocaso de las cajas de ahorros, y el posterior declive de sus obras sociales (que aún continúan activas, pero distan mucho de tener el peso de antaño), no solo supuso un importante retroceso para la vida cultural de nuestra Región, sino el final de una época dorada para el diseño gráfico, donde la realización de grandes exposiciones y publicaciones, suponían unos ingresos fundamentales para los profesionales y la oportunidad de demostrar su buen hacer.
Nunca le interesó mucho la publicidad a Severo. Sus experiencias en este campo, y su colaboración con diversas agencias, siempre le han resultado frustrantes, aunque reconoce que, como disciplina, “la publicidad ha sabido evolucionar en los últimos años mejor que el diseño, hasta el punto de canibalizarlo.”
No duda en reconocer que, actualmente, en la Región existen estudios y profesionales por los que siente simpatía y admiración, pero su valoración del diseño gráfico actual, en términos generales, es fatalista, y lo relaciona con una clara falta de vocación. “Antes, la gente que llegaba al diseño, lo hacía desde otras disciplinas que ya dominaban. Su incursión en el diseño era algo natural, y venía acompañado de una auto exigencia y de una cultura artística que hoy, los recién titulados, no tienen. Para mi, ser diseñador es mas una consecuencia, que una decisión”.
Con fama de vehemente, reconoce que la relación con los clientes nunca ha sido fácil, y al preguntarle sobre como ha manejado los conflictos con sus clientes, me responde “No haciéndoles ni puñetero caso. Al cliente se le da demasiado poder, y somos nosotros, los profesionales, los que debemos hacerles ver que ellos no están cualificados para tomar ciertas decisiones que atañen a nuestro trabajo”.
Los trabajos de muchos de los diseñadores de la generación de Severo, no solo lograron la función para la que fueron creados en su momento, sino que, 40, 50 años después, siguen siendo buenos diseños. El paso del tiempo, la consolidación, esa es la prueba irrefutable de un buen diseño.
Llegados a este punto, la conversación nos lleva a otro de sus proyectos más memorables, uno que, en mi opinión, es un magnífico ejemplo de esa capacidad que tienen, algunos diseños, de mantenerse en el tiempo, soportando las envestidas de las modas y estilos: la imagen corporativa del Auditorio Víctor Villegas (1995), para el que Severo realizó, también, todo el sistema de cartelería y programas de mano, dando lugar a diseños míticos, como el cartel del concierto de la Filarmónica de Bergen, que formó parte de la exposición “Signos del Siglo” en el Museo Nacional Reina Sofía.
Los diseños de Severo son eternos, totémicos, como la imagen de VINCÓN, de su amigo América Sánchez; los logotipos y carteles de su admirado Pepe Cruz Novillo; los objetos perfectos de su maestro Dieter Rams; o los pictogramas de los Juegos Olímpicos de Munich72, creados por otro de sus referentes, Otl Aicher, impulsor de la Escuela de Ulm, autor de la tipografía Rotis (que tantas veces empleó), y de los logotipos de BRAUN, Lufthansa y Bang&Olufsen, la marca de electrónica y sistemas de audio danesa de la que se reconoce un absoluto devoto.
La conversación con Severo me produce una extraña sensación. Por un lado, me alegro de haber tenido la suerte de recoger todo lo que, tan generosamente, Severo quizá nunca había contado a nadie, para plasmarlo y que otros, hoy, mañana, y dentro de muchos años, sepan quién fue y lo que significó para la historia del Diseño de la Región de Murcia y de nuestro país.
Por otro lado, me produce una enorme tristeza que alguien tan vivo, tan lúcido, tan culto, y tan dotado para crear belleza, no tenga la oportunidad de seguir dejando su huella en un mundo cada vez más mediocre, y en una disciplina que necesita, más que nunca, de experiencia, talento, coherencia y, sobre todo, de exigencia.
………
Entrevista realizada por Jorge Martínez
1980
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2001
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El Arte de la Instalación, Sonia Navarro
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