José Luis Montero

Diseñador y fotógrafo
Cartagena, 3 de mayo de 1959

La montaña ha ejercido siempre en José Luis un poderoso influjo. Quizá, predestinado por un apellido que deriva de la palabra “monte”. Conocerla, recorrerla, desentrañarla, por dentro y por fuera, ha sido, desde joven, una de sus mayores aficiones. Una pasión que se despertó con la práctica de la espeleología, y que originó, también, la que a la postre sería una labor determinante en su vida: la fotografía.

“La espeleología y la fotografía comparten un aspecto fundamental: la curiosidad. Es la curiosidad, el ansia por descubrir lo inaccesible, lo virgen, lo que mueve a un espeleólogo. Y es, esa misma curiosidad, por el mundo y todo lo que lo habita, la que incita al fotógrafo a realizar fotografías”.

Pero la curiosidad y la naturaleza, por aquella época, no eran un oficio. Así que, creyó José Luis (y su padre), que convenía tener una profesión más terrenal, y se matriculó en Granada para estudiar Aparejadores. “Aguanté dos años. Dejar la carrera fue una de las decisiones más inteligente que he tomado en mi vida. Es evidente que aquello no era para mí, me tenía totalmente constreñido”.

Decidió estudiar Magisterio de Ciencias (que nunca ejerció), mientras seguía dedicando gran parte de su tiempo a la fotografía, en contacto siempre con la naturaleza. “En aquella época, y en el sur de España, había muy pocas opciones para formarse como fotógrafo, pero logré matricularme en dos cursos de la Universidad de Navarra, uno con Cruz Novillo (sobre la imagen en la comunicación política) y otro con Joan Fontcuberta (sobre los postulados de la verdad en la fotografía)”

Aquel curso, en el que el diseño y la fotografía se daban cita, acabó plantando la simiente de lo que vendría años después, una doble visión del mundo que José Luis nunca ha dejado de tener, alternando ambas disciplinas con total naturalidad.

Aquel curso, en el que el diseño y la fotografía se daban cita, acabó plantando la simiente de lo que vendría años después, una doble visión del mundo que José Luis nunca ha dejado de tener, alternando ambas disciplinas con total naturalidad.

En los 80´s, José Luis empieza a dar clases de fotografía en la Universidad Popular de Cartagena, pero su ciudad natal, por aquel entonces, se encontraba sumida en una gran crisis económica y de identidad que generaba muy pocas oportunidades y, sobre todo, pocos estímulos para alguien sediento de ellos. “Decidí venirme a Murcia a buscarme la vida, a empezar de cero, pero siendo muy consciente ya de lo que quería hacer con mi vida”.

Sus conocimientos de topografía vinculados a la espeleología, le dieron la oportunidad de empezar a trabajar como fotógrafo en el yacimiento argárico de Almendricos. “Se corrió la voz de que había un tipo que sabía hacer fotos y sabía hacer planos, y empezaron a llamarme muchos arqueólogos para trabajar con ellos en diferentes excavaciones”

Su primer trabajo como diseñador fue un cartel para unos ciclos de verano de la Universidad Popular de Cartagena, pero es su actividad como fotógrafo de arqueología lo que le permite introducirse en el campo del diseño. “Pasé de hacer las fotos de los yacimientos y las piezas, a diseñar, también, los catálogos de las exposiciones en las que se exhibían”.

A diferencia de otros fotógrafos murcianos, que han trabajado también, de forma muy relevante, en el campo del diseño (como Paco Salinas o Ángel Fernández Saura), en el caso de José Luis Montero, la frontera entre diseño y fotografía ha sido siempre mucho más difusa, complementando ambas disciplinas a la perfección.

Su llegada a Murcia coincide con el boom del diseño en la ciudad, donde la eclosión de numerosos proyectos culturales, espolea y anima a numerosos creadores, dando pie a la apertura de los primeros estudios y agencias. “A través del trabajo que estaban desarrollando otros colegas, se nos abrían puertas mentales y descubríamos que había otra manera de expresarse. En aquel momento no había formación en el campo del diseño, tan solo éramos personas curiosas, vinculadas, de una u otra forma, al campo de la creación artística, pero aquellos primeros trabajos te permitían descubrir un oficio que, hasta ese momento, ni siquiera sabías que existía”.

Pero el punto de inflexión para José Luis fue su relación con Paco Solano, de Novograf. “Siempre nos hemos caído muy bien. Viví, en tiempo real, el proceso que le llevó a pasar de trabajador y líder sindical de la imprenta, a propietario de la misma, convirtiéndola, no solo en una de las grades industrias gráficas de nuestro país, sino en un actor fundamental para el desarrollo del diseño y la cultura en nuestra Región”.

Hasta aquel momento, Jiménez Godoy y Belmar, eran las dos imprentas que dominaban el sector gráfico, pero el rescate de Novograf por parte de Solano, y su relación con el gobierno socialista de aquella época, convierten a la imprenta de Puente Tocinos en un aliado para los diseñadores. “La vinculación de Novograf con los diseñadores de aquella época, fue mucho mas allá de la lógica y de lo puramente funcional. Solano fue muy inteligente. Mientras que imprentas como Jiménez Godoy mantenían una política de puertas cerradas, convirtiéndose en un proveedor de servicios, Novograf y Solano apostaron por una política de puertas abiertas, permitiendo a los diseñadores supervisar las tiradas, a pie de máquina, y a la hora que fuera. Podíamos hacer pruebas, investigar, cambiar sobre la marcha en función del resultado… en resumen, nos permitía no solo tener una relación mucho más directa con nuestro trabajo, sino aprender, innovar, investigar, superarnos a nosotros mismos”.

Hablamos de como ha cambiado la relación de los diseñadores con las imprentas, y de como la tecnología ha acabado matando una parte de nuestro trabajo que era fundamental, y que nos permitía mantener una relación mucho más directa con nuestro trabajo que iba conformando en los profesionales una experiencia, casi una intuición. “Los diseñadores de hoy toman las decisiones por imitación, te dicen yo quiero algo como esto, y te ponen como ejemplo otros proyectos ya producidos o que han visto en una web, sin saber, en realidad, como se hace. Antes, cualquier decisión que se tomaba: la elección del papel, el gramaje, la intensidad de los tonos, los acabados… se hacía en tiempo real, en colaboración con el impresor o el jefe de máquinas. Había una mayor involucración en todos los procesos que te permitía producir proyectos menos estandarizados, más únicos y, sobre todo, más tuyos, con toda la carga emocional que esto implica”.

Paco Solano se convierte, por tanto, en uno de los grandes factótums del diseño en aquel periodo de explosión y consolidación. “Paco fue un colaborador, un aliado fiel para todos nosotros. Nos ayudó a hacer realidad lo que teníamos en nuestras cabezas, por difícil que fuera”.

José Luis me enseña una foto, realizada por Ángel Fernández Saura, de la despedida de Paco Solano en 2002. Una comida celebrada en la Gran Taberna, en la que se puede ver a Amalia Fernández (antigua jefa de Producción y mano derecha de Paco Solano), Javier Marín Ceballos, Marcos Salvador Romera, Antonio Ballester, Ángel Haro, Paco Salinas, Severo Almansa y el propio José Luis Montero.

Le pregunto por su relación con Severo, y le digo que era famosa la rivalidad entre ambos en aquella época. “Había una competencia evidente, siempre desde el respeto y la admiración mutua. Nuestros estilos son muy diferentes, jamás tuvimos la tentación de imitarnos el uno al otro. Los clientes tenían muy claro lo que podíamos ofrecer cada uno, y creo que esa rivalidad, bien entendida, fue sana, y ayudó a dinamizar el sector”.

En su primera etapa en Murcia, José Luis trabaja solo, alternando siempre su labor como diseñador, con la de fotógrafo, y desarrollando proyectos que empezarán a proporcionarle prestigio dentro del ámbito del diseño editorial, despertando en él, un amor infinito por los libros (quizá, el campo en el que José Luis más ha destacado). Los catálogos de la Bienal de Pintura y Escultura, el de la primera exposición del fotógrafo Juan Manuel Díaz Burgos (sobre las minas de La Unión), y el del yacimiento de Coimbra del Barranco Ancho (en Jumilla), están entre sus favoritos de aquella época inicial.

“Mi pasión por los libros, y por los libros de arte en concreto, es anterior a diseñar. Seguramente, es en mi etapa como fotógrafo donde se gestó aquella pasión. Ten en cuenta que, en aquella época, en la que no existía internet, para saber lo que se hacía en el campo de la fotografía, no te quedaba más remedio que estudiar a los grandes fotógrafos a través de los libros y de las exposiciones. Son aquellos libros, aquellos catálogos de grandes exposiciones que visitaba de forma compulsiva, los que despiertan en mi ese interés”.

José Luis reconoce que no le gusta el término catálogo, un concepto, un formato de diseño, que se ha estandarizado, convirtiéndolos en uniformes y previsibles. “A mi me gusta más llamarles libros, porque es lo que son, libros entendidos como un relato en el que se cuenta una exposición, y no una mera sucesión de fotos y textos maquetados. Yo lo que he intentado es innovar en el concepto de lectura de estos libros de exposiciones, donde la composición es importante, pero no más que el ritmo de lectura, las sensaciones que provoca un determinado tipo de papel al pasar las páginas, y por supuesto, la tipografía, de la que siempre he sido un gran estudioso y a la que creo que he dado una importancia capital en mi trabajo”.

Otro campo, junto al editorial, en el que José Luis Montero a sobresalido, es el del diseño expositivo, un tipo de trabajo que muchos diseñadores despreciaban por considerarla menor, o más propia de oficios técnicos, y que sin embargo, José Luis acabó dominando, como consecuencia, quizá, de su trabajo editorial, pero sobre todo, de su pasión por visitar exposiciones, una afición que ha cultivado desde siempre, aprovechando, también, sus numerosos viajes.

“Me di cuenta muy pronto, que, en esa traslación del libro a la pared, a lo espacial, podía haber una sinergia que se retroalimentase, ayudando a contar, a explicar mejor la exposición, que es lo que a mi me interesa, pero también, ayudando a romper fronteras, romper paredes, que es, creo, mi mayor aportación al diseño de la Región”.

Me resulta muy interesante este último punto. En efecto, uno de los aspectos más reseñables en la trayectoria de José Luis Montero es su faceta multidisciplinar dentro del campo del diseño. En un sector, dominado -cada vez más- por la especialización, José Luis ha preferido siempre trabajar desde una concepción más ecléctica y renacentista, enfrentándose a retos muy diversos, convencido, siempre, de que el diseño puede adoptar diferentes formas, y ayudando a dar respuesta a problemas y necesidades para clientes muy diversos.

Quizá, de esa versatilidad, y de esa actitud que le llevó a romper fronteras, surge el que –en mi opinión– es el elemento más diferencial en la trayectoria de José Luis Montero y en la evolución del sector en la Región: la inauguración del concepto estudio+agencia. Un modelo que hoy impera en el ecosistema creativo de la Región de Murcia, pero que en los 90´s supuso una absoluta revolución, convirtiendo a TROPA+TANDIS en un referente para las nuevas generaciones, entre las que me incluyo.

Hasta aquel momento, la división entre un estudio de diseño y una agencia de publicidad, era clara y notoria, no solo para los clientes, sino también para los propios profesionales que salían de la Escuela de Artes y Oficios con su título de Dibujo Publicitario bajo el brazo, una titulación que invitaba –desde su difusa concepción– a esa contaminación disciplinar, en el que un diseñador, es también un creativo, y por tanto, alguien capacitado para enfrentarse, no solo a problemas de diseño, sino de comunicación, en el sentido más amplio del termino.

Tandis ya existía como agencia de publicidad. Al frente de ella estaba Pepe Serrano, un ejecutivo de cuentas con un gran olfato comercial que había sido socio de Chipola en Contraplano. “Pepe me encargaba muchos proyectos por aquella época. Su estructura era pequeña y no contaba con un equipo de diseñadores para sus campañas, así que me los encargaba a mí de forma externa. Un día me propuso montar un estudio de diseño, paralelo a Tandis, que fuera capaz de realizar todos esos proyectos, más gráficos, que la agencia no podía ni sabía asumir, y de paso, hacer la dirección de arte de sus campañas”.

José Luis acepta el ofrecimiento de Pepe Serrano, y en las navidades de 1989 fundan Tropa. “En un principio había una separación muy clara en todos los sentidos, luego pasamos a una época en la que se diluyeron las fronteras, dando lugar a proyectos muy interesantes desde el punto de vista creativo, pero yo necesitaba recuperar la esencia de lo que hacíamos, recuperar el control de unos procesos que la publicidad, muchas veces, pervierte, y en la última etapa, las fronteras volvieron a estar muy definidas”.

Le digo que en una época dominada por los diseñadores estrella, y los estudios con marca unipersonal, la puesta en marcha de un proyecto más plural y menos personalista, formado por diferentes diseñadores y estilos, era algo muy poco habitual. “Yo creo que la Región demandaba una propuesta así. A la revolución cultural de los 80´s, le siguió otra, de tipo empresarial, que requería de un modelo distinto. Tuvimos la suerte de arrancar con una cartera de clientes muy potente que iban más allá del ámbito cultural. Tandis llevaba la cuenta de CajaMurcia, en una época en la que la Caja tenía un peso extraordinario en todos los ámbitos. Y conseguimos la cuenta del Instituto de Fomento de la Región de Murcia, que hizo una apuesta muy fuerte por el diseño, y ayudaba a conectaba, además con otras empresas y sectores”. 

Bajo el liderazgo de José Luis Montero, Tropa se nutre, desde sus inicios, con el trabajo de otros diseñadores, como Francisco Pardo, Tomás Arqués y Carmen “La Mexicana” (que trabajó también con Eduardo Saro).

La campaña de Murcia Joven de 1991 fue un trabajo que logró un gran impacto, con una concepción del diseño muy moderna, donde el uso de la ilustración y la fotografía, combinado con el universo de la electrografía (el uso de la fotocopiadora y la repromaster para la creación artística), junto a un desarrollo tipográfico muy novedoso, dio como resultado una de las campañas más innovadoras y atrevidas de la historia del Murcia Joven (verdadero trampolín para muchos diseñadores durante aquellos años).

“En aquellos años trabajábamos muchísimo. Diría, incluso, que trabajábamos de más. No daba tiempo a reposar los proyectos y acabábamos sucumbiendo, a menudo, a aquello que, hoy, constituye el gran problema del diseño: su carácter efímero, su intrascendencia, muchas veces, como consecuencia de una excesiva velocidad, en la que la capacidad para reflexionar e investigar, ya no tienen casi cabida”.

Aunque, desde Tropa se desarrollaron innumerables proyectos de toda índole, incluidos algunos grandes trabajos de branding, como el rediseño de la imagen de “Región Murcia Costa Cálida”, la imagen de la Galería Espacio Mínimo, la del Museo Ramón Gaya, la de la Red de Espacios Naturales, o la de “Lorca Taller del Tiempo”, José Luis seguía refugiándose, sobre todo, en los proyectos editoriales, realizando los libros de muchas de las exposiciones organizadas en los grandes espacios expositivos de Murcia, como el Espacio AV y la Sala Verónicas, el Centro de Arte Palacio del Almudí, o el Museo de Bellas Artes, pero también, los libros de las exposiciones de Pedro Cano, uno de los artistas más importantes e internacionales de nuestra Región, con el que José Luis estableció una relación de amistad y colaboración que dura hasta nuestros días, dando lugar a verdaderas obras maestras del diseño editorial regional, de las que José Luis es, también, autor de las fotografías.

El periodo final de Tropa, hasta su cierre, provocado por las consecuencias de la crisis de 2008-2012, se caracterizó, sobre todo, por una mayor especialización en el campo del diseño museográfico, en algunos casos, incluso, en colaboración con uno de los grandes referentes de este sector en nuestro país, Jesús Moreno, dando lugar al diseño de numerosas exposiciones y centros de interpretación, repartidos por toda la geografía española.

Hoy, José Luis Montero ha vuelto a su condición de freelance, de autónomo, como en sus comienzos, trabajando desde casa, con la calma y la experiencia que aportan más de cuarenta años de trayectoria, y sabiendo, sobre todo, lo que quiere y lo que no quiere hacer. Sigue alternando la profesión de diseñador y fotógrafo, con su verdadera pasión, viajar y desentrañar los misterios de una naturaleza que le llama y sigue ejerciendo un poderoso influjo en él. Pero, sobre todo, José Luis, a diferencia de otros profesionales de su época, maltratados por la vida y por decisiones erróneas que han acabado lastrando el final de sus carreras, es un tipo que se siente en la plenitud de la vida y en paz consigo mismo.

De esta última etapa, destaca dos trabajos, dos libros que llevaba mucho tiempo queriendo hacer y en los que ha tenido la suerte de colaborar con dos buenos amigos, como el fotógrafo Joaquín Zamora, y el periodista Paco Nadal (compañero de correrías en numerosos viajes por el mundo, con el que ha colaborado, también, en el diseño de libros y guías de viaje): “Murcia, Arte de Luz y Agua”, publicado en 2014, y “Región de Murcia. Slow Life”, publicado en 2019.

Me despido de José Luis, y me llevo una sensación que me es grata y reconfortante: el reencuentro, humano, con alguien que, en realidad, ha sido muy importante en mi vida profesional (Tropa fue el estudio donde me formé). Alguien a quién admiré en mis inicios por lo que hacía, y al que admiro hoy, si cabe mucho más, por lo que representa.

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Entrevista realizada por Jorge Martínez

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