Eduardo
Saro
Diseñador y docente
26 de abril de 1957
Le pregunto cuándo empezó a ejercer como diseñador, y se retrotrae al comienzo. Al principio de todo… “Yo fui un niño condicionado por una salud frágil, pero también era un niño muy querido, educado con una gran libertad por unos padres empeñados en que tomara contacto con el mundo de una forma muy precoz”.
Le vuelvo a preguntar, esta vez por su vocación, y responde que nunca ha tenido algo parecido, pero que siempre ha estado vinculado, de una u otra forma, al mundo de la creatividad.
“Cuando era pequeño, ofrecieron a mi abuelo llevar la administración del teatro Romea. El contrato incluía un palco privado para toda la familia. Aquel palco fue para mí una fuente de divertimento, pero, sobre todo, una privilegiada ventana desde la que asomarme a la vida, a través de actores, cantantes, cupletistas y magos”.
Fue un niño sometido a un sinfín de estímulos, donde el arte, la cultura, y las humanidades formaban parte de su educación, conformando una personalidad crítica y curiosa, pero sobre todo, Eduardo es un tipo marcado por una gran espiritualidad, una especie de místico que no se queda en la superficie de las cosas, sino que intenta mirar siempre por dentro, también de las personas, empezando por él mismo.
Su padre trabajaba para los laboratorios suizos Novartis, cuyo diseñador de cabecera era Adrian Frútiger, uno de los diseñadores más influyentes del siglo XX y creador de las tipografías Univers y Frutiger. “Los catálogos y el packaging de los productos Novartis eran fabulosos, me fascinaban”. Eduardo acompañaba a su padre en las visitas a los médicos.
“Mi padre tenía que hacer una ficha psicológica de cada médico, y con esa información ponía en práctica sofisticadas estrategias de marketing que utilizaba con maestría. Aprendí muchísimo de aquellas visitas”.
Volvemos a sus inicios profesionales. “Me costó mucho elegir una carrera pensando en convertirla en una profesión”. Eduardo eligió Arquitectura Técnica, que cursó en Granada. “No fue una elección muy pensada. Debía estudiar una carrera y tenía buena mano para el dibujo, pero repito que nunca he tenido una vocación, entendida como algo a lo que haya querido dedicarme siempre”.
Eduardo alargó su estancia en Granada todo lo que pudo. “Era una especie de Ibiza peninsular, donde había un gran movimiento existencialista formado por gente muy comprometida, social, cultural y políticamente. Fue una época de una enorme libertad y experimentación, de muchos inputs”.
“Los catálogos y el packaging de los productos Novartis eran fabulosos, me fascinaban”
Ya en Murcia, Eduardo buscó un círculo de relaciones similar al que tenía en Granada, y lo encontró en los movimientos contraculturales, sobre todo, en el colectivo de los artesanos, esos a los que llamaban hippies. “Muchos convivían en la única comuna que había en Murcia en aquella época. Empecé a diseñarles objetos que luego producían: camisetas, cinturones… pero también carteles y octavillas de tinte político”.
Uno de aquellos hippies propuso a Eduardo encargarse del diseño y las ilustraciones de unas jornadas sobre terapias alternativas y productos naturales.
“Me pagaban el doble de lo que cobraba haciendo fotocopias en el estudio de ingeniería en el que trabajaba. Me daban libertad para hacer un trabajo que me salía de forma natural e instintiva, y la temática de aquellas jornadas me resultaba interesante”
Posteriormente, cuando Ángel Montiel fue nombrado director de la recién creada Editora Regional, la colaboración entre ambos se trasladó a los libros. “En aquella época, había una diferencia muy notable entre lo que cobraba un ilustrador, y lo que cobraba un diseñador. Cuando me enteré de esa diferencia, dejé de ilustrar libros y pasé a diseñarlos”.
Animado por aquellos trabajos, Eduardo decidió abrir su propio estudio, en el que compaginaba su actividad como diseñador gráfico e ilustrador, con trabajos de arquitectura técnica. Uno de aquellos trabajos que mezclaban ambos mundos fue la implementación en España de una nueva red de gasolineras, cuya imagen corporativa había sido desarrollada por Landor Associates, una de las primeras consultoras globales de branding, responsable de míticas marcas y diseños para Coca-Cola, Levi Strauss, Marlboro, Fujifilm, Bank of America, British Airways o Del Monte. “Mi trabajo consistía en supervisar la construcción de las gasolineras, pero también la implementación de la imagen corporativa”.
Sus fortalezas como diseñador fueron evolucionando con el paso de los años. A la imaginación, y un instinto casi artístico, de su primera etapa (que le permitían ser resolutivo y eficaz), le sucedieron una mayor profundización y capacidad de análisis, convirtiéndose en un diseñador mucho más riguroso y analítico.
Con respecto a la relación con los clientes, reconoce que en sus comienzos apenas existían conflictos “en aquellos primeros proyectos para la administración gozábamos de una gran libertad, y había muy pocas fricciones. Mis mayores conflictos siempre han sido conmigo mismo, con mis ansias de volar, de escapar de la rutina”.
A la pregunta de si considera que ha tenido un estilo como diseñador, responde de manera clara “Los estilos me aburren. Entiendo la necesidad de tenerlo para gozar de un reconocimiento por parte del público y los clientes, como le pasa a otras disciplinas, y reconozco que son muchos los diseñadores que lo han cultivado.
Severo, por ejemplo, es un buen ejemplo de diseñador con estilo. Tenía un sentido arquitectónico de la composición. Sus diseños eran, algo así, como obras arquitectónicas en las que los materiales de construcción eran tipografías, imágenes, colores, y formas geométricas. Pero eran los blancos, los vacíos, los verdaderos protagonistas de sus trabajos. Yo aprendí mucho de Severo y de sus blancos, pero nunca desarrollé un estilo propio“
Su incursión en el mundo de la publicidad, fue de la mano de la agencia “Tam Tam”, y del productor y director cinematográfico Carlos Belmonte, con el que se asoció durante una época. “Eran colaboraciones puntuales, siempre me costó mantener relaciones duraderas. Yo no encajo en sociedad, está llena de protocolos e intereses que siempre he detestado”
Otra gran escuela fue su etapa como diseñador en el semanario Lean. “Fue un gran aprendizaje, también en lo que respecta al trabajo en equipo. Me dio una gran agilidad y celeridad en los procesos”.
En 1981, Eduardo abrió un nuevo estudio en la Calle San Nicolás. Fueron años de intensa actividad junto a Pilar del Sol, una joven diseñadora con la que compartió trabajo y vida, y en los que desarrolló algunos de los trabajos más relevantes de su trayectoria: el diseño de la revista del Colegio de Arquitectos, el stand de la Región de Murcia en la Feria Habitalia (realizado en colaboración con el arquitecto Jesús Carballal) y, sobre todo, el rediseño de la imagen corporativa del Ayuntamiento de Murcia. “Fue un proyecto ímprobo, cuyo proceso duró más de dos años, y que tuvo una gran notoriedad. Imagina aplicar tu logo en todos lados, incluso en las tapas de las alcantarillas”.
El trabajo de rediseño para el Ayuntamiento de Murcia, se produjo poco después del que, Severo Almansa y Vicente Martínez Gadea, desarrollaron para la imagen de la Región de Murcia. Dos proyectos que inauguraban una nueva etapa del diseño institucional en nuestra Región, y que reflejaban dos estilos completamente diferentes.
“Pero eran los blancos, los vacíos, los verdaderos protagonistas de sus trabajos. Yo aprendí mucho de Severo y de sus blancos, pero nunca desarrollé un estilo propio”
En plena vorágine de trabajo, cuando las cosas empezaban a ir bien y su trabajo empezaba a gozar de relevancia, Eduardo tomó una de esas decisiones impensables para muchos, pero coherente con su visión de la vida. Se marchó a dar la vuelta al mundo. “Sentía que estaba desperdiciando mi vida. Viajar era un anhelo de siempre. Necesitaba conocer nuevas culturas, conocer otros idiomas”.
En realidad, Eduardo necesitaba buscarse a si mismo –es lo que tienen los místicos–, y se embarcó, durante año y medio, en un periplo que le llevó a recorrer Tailandia, Filipinas, Malasia, Yakarta, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Tahití, México, Belice, Guatemala y El Salvador.
Para Eduardo, viajar forma parte de un proceso de crecimiento y aprendizaje continuo que nos va conformando como personas en un recorrido vital que, para alguien como él, es solo un tránsito. Lo dice varias veces durante la entrevista, “siempre he sentido que estaba de paso”. Es ese “sentirse de paso” lo que ha llevado a Eduardo a huir del conformismo, de la monotonía y la seguridad, con la que otros sueñan.
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Entrevista realizada por Jorge Martínez
Mayo de 2024